El Perú tiene condiciones ecológicas y diversidad genética para convertirse en potencial proveedor de semillas de calidad en el mercado nacional e internacional. ¿Por qué entonces no se promueve de manera eficiente la certificación de las semillas para el beneficio de los pequeños agricultores? A pesar de que existen casos exitosos en el país sobre productos que han colaborado con el crecimiento agrícola nacional, la informalidad existente en el uso de las semillas de calidad no permite mejorar los ingresos económicos de la agricultura familiar ni garantiza el rendimiento de sus cultivos. El doctor Raúl Blas, investigador principal de cultivos de PERU-Hub analiza esta situación, destacando la labor que su equipo realiza en el vivero del Instituto Regional de Desarrollo (IRD) de la Universidad Nacional Agraria La Molina, ubicado en Tarapoto, San Martín. En este vivero se está trabajando, a través de un cuidadoso tratamiento, el material genético de semillas como maracuyá, guanábana, cacao y camu- camu, para garantizar la calidad y alta productividad de estos cultivos. Se espera que estos casos sean exitosos y que sirvan como modelo de producción y fuente de semillas de calidad, mejorando la calidad de vida y sustentabilidad de los agricultores de la Región San Martín. El objetivo de PERU-Hub es convertir el IRD Selva de la Agraria en un centro semillerista que ofrezca a los agricultores semillas registradas y certificadas.
La semilla en el país es informal en más de 80 por ciento, según las estadísticas de la Autoridad Nacional de Semillas, que actualmente administra SENASA (Servicio Nacional de Sanidad Agraria). Es decir, no son semillas certificadas. Esto se traduce en la baja calidad de los productos, bajo rendimiento y finalmente desconocimiento de los agricultores, pues no saben la variedad que están sembrando. Por ejemplo, la mayor parte de parcelas de producción de cacao son mezclas, variedades y clones, lo cual reduce la calidad de las cosechas y como resultado los productores reciben precios bajos que el mercado no puede reconocer.
Es un problema casi general. Cultivos de exportación como café y cacao no usan semilla certificada. Solo cultivos como arroz y maíz amarillo duro (MAD) usan semilla certificada entre 60 y 10 % respectivamente. Por esa razón el arroz es un cultivo exitoso en el país en términos de productividad.
No hay ninguna certificación. Los agricultores tienen básicamente mezclas de variedades. Los agricultores están llevando al campo semillas con problemas de sanidad (bacterias, hongos, plagas y otras enfermedades). Este problema se traduce en bajos rendimientos. Por otro lado, tenemos el problema de la falta de reconocimiento del cacao fino de aroma. Como son mezclas y no son variedades o clones bien definidos, a los agricultores no se les reconoce el precio que deben tener sus productos en aroma y sabor.
El material genético existe. Si un agricultor, asociación o cooperativa quieren ganar un premio, ellos reconocen cuales son las plantas de calidad que cultivan, pero estamos hablando de unas cuantas plantas. A lo largo de su historial de cultivos los agricultores generan nuevas variantes y para casos de concursos utilizan las mejores. Procesan el producto, van al concurso y ganan. Eso nos dice claramente que el material genético de calidad está allí. Lo que falta es registrarlo, multiplicarlo para su certificación y ofrecer esos plantones de calidad como semilla a todos los pequeños agricultores del país, con un reconocimiento de precio por obtener esa variedad.
¿En dónde está el problema? En que, por ejemplo, un productor de cacao que ha ganado un premio no ofrece después a nadie la semilla. Alguien va a ir a buscarlo, pero la semilla no es certificada. Puede ser que haya cuidado esa planta, pero tiene problemas sanitarios, no está basada en el protocolo de certificación que una autoridad de semilla debe proporcionar. Entonces no garantiza una calidad real. Eso se traduce en bajos rendimientos, y bajos beneficios para el agricultor.
Definitivamente. Además de no existir semilleristas, es decir viveros que ofrezcan plantones certificados, surge el suministro de agricultores reconocidos solo por la confianza. Lo cual está bien, pero no garantiza de que tengan el genotipo específico que quisieran cultivar y ofrecer al mercado.
El problema principal en el país y en San Martín es la poca oferta de calidad de semilla que garantice buenas cosechas, buenos rendimientos y calidad de los productos para los usuarios, es decir, los consumidores finales directos o procesados.
Este tema pasa por la inversión y promoción que debería hacer el Sistema Nacional de Semilla, para ayudar a las instituciones dedicadas al mejoramiento y así ofrecer nuevas variedades. Es decir, ayudar a empresas estatales o privadas que hacen ambas cosas: mejoramiento y producción de semilla para ofrecer a los agricultores.
El Perú, además, no es un país potencial agrícola. Tiene que buscar nichos especiales para sus productos. No podemos competir con millones de hectáreas sembradas de cacao o de café, pero podemos competir en mercados específicos con variedades de calidad. Para eso necesitamos hacer mejoramiento y ofrecer semillas de calidad a los productores.
El gran problema de certificación es que no hay registro de las variedades/clones comerciales nativas, por ejemplo, en caso de cacao. Por lo tanto, no se puede producir semilla/plantones certificados. Entonces las entidades que hacen mejoramiento tienen que hacer su propio registro. Caso contrario será simplemente semilla no certificada, donde no se garantiza la identidad genética, aunque los plantones que se han generado siguiendo los protocolos establecidos para producción de semilla certificada, no se garantiza su identidad genética.
Ante este problema, urge la creación de un Instituto Nacional de Semilla, el que hace tiempo está en discusiones, pero no se materializa en una inversión y en una decisión política. Actualmente, la autoridad de la semilla transita entre el INIA y SENASA. Se cambian con un decreto, y esta inestabilidad afecta también a los especialistas de semilla en el país. Necesitamos estabilidad para nuestros investigadores, técnicos, especialistas que desarrollen a largo aliento tecnología de semilla para el Perú y el Mundo.
En primer lugar, el país debe generar sus propias semillas adaptadas a las condiciones que tenemos. Pero otra estrategia muy importante es introducir semillas de calidad de otros países donde han avanzado en generar variedades, híbridos de alta productividad y competitivos, con ello se gana tiempo y mejora productividad en beneficio de los agricultores. Entonces, si no hay semillas de calidad, debemos importar y probar variedades de semillas mejoradas en otras latitudes. Su adaptación primero en el país y luego hacer la multiplicación para ofrecer a los agricultores.
Por ejemplo, en el caso del cacao, hay una variedad conocida como CCN 51 que es introducida de Ecuador. Se cultiva en casi todo el país. La variedad más importante en términos de área cultivada (cacao) y productividad por eso los agricultores prefieren. Pero nadie lo certifica. El agricultor produce, ofrece, pero no se mide el tema de sanidad, problemas de mezclas, hibridación y segregación. Por lo tanto, la variedad CCN51 ya no es la misma como fue introducida, porque no hay semilleristas y en consecuencia nadie garantiza su identidad genética. Entonces básicamente se ofrece genotipos segregantes y/o híbridos con otras variedades locales.
Un ejemplo para el caso de café, en Brasil, se ejecuta un manejo muy importante de café, con un sistema automatizado, desde la siembra hasta la exportación, y por supuesto, el uso de semilla certificada.
Una de las principales actividades del proyecto es motivar la producción de semillas/plantones de calidad. Por ello, se ha establecido un vivero en el Instituto Regional de Desarrollo de la Universidad Agraria (IRD Pucayacu, en Tarapoto) para multiplicar genotipos de especies de alta calidad genética y rentabilidad, lo cual será accesible para los agricultores cuando necesiten utilizarlo. A partir de esas plántulas generadas en el vivero de este fundo de la universidad, vamos a establecer parcelas de producción modelo que deben llevar a altos rendimientos. Entonces será una atracción para los agricultores, porque podrán usar y multiplicar las semillas que se han introducido en el fundo.
Lo que estamos haciendo es una innovación. Esto es parte de la contribución importante de la universidad para la agricultura peruana. Primero estamos viendo los cultivos de buena adaptación y rentabilidad para la zona. Estas semillas deben ser de alta calidad genética con una buena respuesta a las condiciones de estrés, tanto bióticos (tolerantes a algunas enfermedades, plagas, etc.) como abióticos (tolerantes a la sequia, etc.) que favorezcan a una producción amigable con el ambiente. Por lo tanto, necesitarán menos pesticidas y demanda por agua, con ello se reducen costo de producción y aumentan la productividad.
Estamos planificando trabajar entre otros con cacao, maracuyá, guanábana, vainilla.
Si los 80% de agricultores deciden usar semillas certificadas, realmente estaríamos en una etapa de mayor productividad y mejores ingresos para los agricultores.
También, el Perú puede ser un semillero del mundo, si quiere serlo. Para eso tenemos condiciones especiales. Hay empresas transnacionales que tienen sus viveros y área de multiplicación de semilla en el país, justamente por el clima. La Costa es como un invernadero natural, entonces favorece la producción de semilla. Si bien el Perú no tiene suficiente área para competir con cultivos en áreas grandes con millones de hectáreas, pero debería ser semillero para el mundo, por su condición ecológica, en costa sierra y selva, pero sobre todo costa. Como estrategia, el país debería invertir en generar semillas de calidad. El gran potencial del Perú es vender semillas a otros países.
En conclusión, para la mejora de la productividad de los cultivos y enfrentar desafíos ambientales (problemas de clima, degradación de suelos), el suministro de semillas de alta calidad de variedades mejoradas y competitivas (de alto rendimiento, tolerantes a los estreses bióticos y abióticos) es necesario para garantizar la demanda creciente de la población. Además, esto permitirá una mejor producción agrícola bajo el esquema de desarrollo sustentable, con un mínimo impacto ambiental.