La carta de despedida de José María Arguedas. |
Una interpretación de la carta de despedida de Arguedas a la luz de las condiciones actuales del país y de la Universidad La Molina |
Señor Rector de la Universidad Agraria y Jóvenes Estudiantes: Les dejo un sobre que contiene documentos que explican las causas de la decisión que he tomado: Profesores y estudiantes tenemos un vínculo común que no puede ser invalidado por negación unilateral de ninguno de nosotros. Este vínculo existe, incluso cuando se le niega: somos miembros de una corporación creada para la enseñanza superior y la investigación. Yo invoco ese vínculo o lo tomo en cuenta para hacer aquí algo considerado como atroz: el suicidio. Alumnos y profesores guardan conmigo un vínculo de tipo intelectual que se supone y se concibe debe ser generoso y no entrañable. De ese modo recibirán mi cuerpo como si él hubiera caído en un campo amigo, que le pertenece, y sabrán soportar sin agudezas de sentimiento con indulgencia este hecho. Me acogerán en la Casa Nuestra, atenderán mi cuerpo y lo acompañarán hasta el sitio en que deba quedar definitivamente. Este acto considerado atroz yo no lo puedo ni debo hacer en mi casa particular. Mi Casa de todas mis edades es ésta: la Universidad. Todo cuanto he hecho mientras tuve energías pertenece al campo ilimitado de la Universidad y, sobre todo, al desinterés, la devoción por el Perú y el ser humano que me impulsaron a trabajar. Nombro por única vez este argumento. Lo hago para que me dispensen y me acompañen sin congoja ninguna sino con la mayor fe posible en nuestro país y su gente, en la Universidad que estoy seguro anima nuestras pasiones, pero sobre todo nuestra decisión de trabaiar por la liberación de las limitaciones artificiales que impiden aún el libre vuelo de la capacidad humana, especialmente en el hombre peruano. Creo haber cumplido mis obligaciones con cierto sentido de responsabilidad, ya como empleado, como funcionario, docente y como escritor. Me retiro ahora porque siento, he comprobado, que ya no tengo energía e iluminación para seguir trabajando, es decir, para justificar la vida. Con el acrecentamiento de la edad y el prestigio, las responsabilidades, la importancia de estas responsabilidades crece y si el fuego del ánimo no se mantiene y la lucidez empieza, por el contrario, a debilitarse, creo personalmente que no hay otro camino que elegir, honestamente, que el retiro. Y muchos, ojalá todos los colegas y alumnos, justifiquen y comprendan que para algunos el retiro a la casa es peor que la muerte. He dedicado este mes de Noviembre a calcular mis fuerzas para descubrir si las dos últimas tareas que comprometían mi vida podían ser realizadas dado el agotamiento que padezco desde hace algunos años. No. No tengo fuerzas para dirigir la recopilación de la literatura oral quechua ni menos para emprenderla, pero con el Dr. Valle Riestra, Director de Investigaciones, se convino en que esa tarea la podía realizar conforme al plan que he presentado. Vaya
escribir a la Editorial Einaudi de Turín que aceptó mi propuesta
de editar un volumen de 600 páginas de mitos y narraciones quechuas.
Nuestra Universidad puede emprender y cumplir esta urgente y casi agónica
tarea. Lo puede hacer si contrata, primero, con mi sueldo que ha de quedar
disponible y está en el presupuesto, a Alejandro Ortíz Recamere,
mi exdiscípulo y alumno distinguido de Levi-Strauss durante cuatro
años y lo nombra después. Declaro hacer sido tratado con generosidad en la Universidad Agraria y lamento que haya sido la institución a la que más limitadamente he servido por ajenas circunstancias. Aquí, en la Agraria, fui miembro de un Consejo de Facultad y pude comprobar cuán fecunda y necesaria es la intervención de los alumnos en el gobierno de la Universidad. Fui testigo de cómo delegados estudiantes fanatizados y algo brutales fueron siendo ganados por el sentido común y el espíritu universitario cuando los profesores en lugar de reaccionar sólo con la indignación lo hacían con la mayor serenidad, energía e inteligencia. Yo no tengo ya, desventuradamente, experiencia personal sobre lo ocurrido durante los trece meses últimos Que he estado ausente, pero creo que acaso los cambios hayan sido tan radicales. Espero, creo, que la Universidad no será destruida jamás; que de la actual crisis se alzará más perfeccionada y con mayor lucidez y energía hasta cumplir su misión. Las crisis se resuelven mejorando la salud de los vivientes y nunca antes la Universidad hé representado más ni tan profundamente la vida del Perú. Un pueblo no es mortal y el Perú e: un cuerpo cargado de poderosa sabia ardiente de vida, impaciente por realizarse; la Universidad debe orientarla con lucidez, “sin rabia», como habría dicho Inkari, y los estudiantes n' están atacados de rabia en ninguna parte, sino de generosidad impaciente, y los maestro verdaderos obran con generosidad sabia y paciente. ¡La rabia no! Dispensadme estas póstumas reflexiones. He vivido atento a los latidos de nuestro país. Dispensadme que haya elegido esta Casa para pasar, algo desagradablemente, a la cesantía. si es posible, acompañadme en armonía de fuerzas que, por muy contrarias que sean, en Universidad y acaso sólo en ella, puedan alimentar el conocimiento”.
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La carta de despedida de José María Arguedas. |
Una interpretación de la carta de despedida de Arguedas a la luz de las condiciones actuales del país y de la Universidad La Molina La actitud ante el país y la Universidad Lo primero que salta a la vista después de haber leído algunas veces la carta es el tremendo amor de Arguedas a la Universidad en general y a la Universidad Nacional Agraria “La Molina” en particular: Él escogió que su cuerpo cayera dentro de la universidad y explícitamente señala porque sentía que aquél le pertenecía a la agraria. Evidentemente, el cuerpo es el símbolo de su energía y de su espíritu, al cual, invoca continuar en aras de que el país y la Universidad superen sus problemas. “Mi casa de todas mis edades, es esta la Universidad” “Todo cuanto he hecho...pertenece al campo ilimitado de la Universidad” dijo literalmente Arguedas en dicha carta. Es por ello que pide que la agraria acompañe a su cuerpo con este espíritu que el mismo resume: Mantener e incrementar la fe en nuestro país y su gente, a la que había dedicado todas sus novelas y ensayos antropológicos. Pese a la tremenda crisis que en su tiempo existía (las guerrillas del 65, invasiones o tomas masivas de las haciendas por parte de los campesinos, cuestionamiento de los contratos petroleros, por decir algunos hechos) y que lamentablemente todavía existe en nuestro país (aunque de otra manera). Retroalimentar nuestras pasiones a favor de la Universidad, demostrando el enorme cariño que le tenía a la agraria y lamentando no haberle dedicado todo el tiempo que hubiera firmemente querido, por las circunstancias de sus últimos años de vida, caracterizadas por su ilimitada angustia por el país y el sentir que sus fuerzas para aceptar el reto se le habían venido mermando. Apoyarse mutuamente. He aquí uno de los importantes mensajes de la carta: Resalta que una de las razones de la crisis de nuestro país es la actitud de un sector importante de peruanos de ponerse obstáculos artificiales a su propia gente “...que impiden, aun, el libre vuelo de la capacidad humana, especialmente del hombre peruano...” . Este es uno de los más sabios mensajes que nos deja la carta porque hasta ahora constatamos que en lugar de apoyarnos mutuamente, los peruanos nos obstaculizamos y a veces nos torpedeamos, dejando rienda suelta a nuestras emociones negativas, envidia, celos, ambición, sumisión etc En lugar de recurrir a la generosidad que invoca continuamente Arguedas, a lo largo de su carta. Esa falta de generosidad ha hecho que muchos destacados Peruanos se hayan tenido que ir fuera del país para desarrollar sus aportes al Perú y a la humanidad, como el gran poeta César Vallejo que tuvo que irse a Francia, el gran ensayista José Carlos Mariategui que se fue a Italia y el mismo Vargas Llosa que se fuera a España y paradójicamente, el mismo Arguedas, que se quedó, se viera obligado a suicidar. Y nos referimos también y sobre todo a los hombres sencillos peruanos que con su creatividad, indesmayable trabajo y tesón, se encontraron en medio de condiciones desfavorables debido a la falta de generosidad. Aun así salieron adelante para subsistir y un sector para llegar a triunfar como es el caso de nuestros empresarios de Gamarra, de un sector de comunidades que han superado por si mismas la pobreza y porque no a los cantantes del pueblo como Dina Paúcar, Abencia Meza, Laura Pacheco y otras creativas mujeres peruanas que han pasado a tener un amplio reconocimiento en las esferas no oficiales de nuestro país. Es de destacar que dicha generosidad que invoca Arguedas la sintió en la Agraria y en su propia carta muestra públicamente su agradecimiento y no solo ello, en las notas que adjuntamos, señala que sea un profesor y un alumno de nuestra universidad los que hablen en su entierro, ambos de nuestra universidad. Es verdad que la agraria le dio permisos y licencias, en apoyo para que pudiera realizar sus novelas y descansara ante la terrible angustia que sentía y le dio un tremendo apoyo moral y afectivo. He aquí una de las razones que escogiera morir en la agraria y no en su casa, como el mismo lo dice “Mi cuerpo caerá en un campo amigo”, valiosa actitud de relación horizontal y cariñosa con los alumnos, profesores y autoridades. Todo esto lo pudimos comprobar en el propio entierro, la comitiva estudiantil, profesoral y las autoridades, que acompañamos al féretro de Arguedas fue interminable, cuadras de cuadras, caminamos a pie desde el Hospital 2 de Mayo hasta el cementerio El Angel, unas treinta cuadras, acompañados con la música y los músicos andinos, de cánticos y arengas, hasta escuchar las últimas palabras de nuestra universidad. La
participación de los estudiantes y profesores Es significativa la invocación que hace a los alumnos y profesores para participar en el destino de nuestra universidad porque reconoce que es “fecunda y necesaria”.. Quisiera destacar tres mensajes: - Se debe participar sin rabia, solo con el implacable deseo de que las cosas mejoren, es decir con indignación ante las cosas que están mal, pero con serenidad, energía e inteligencia. A los profesores les pide una generosidad paciente y sabia y a los alumnos una generosidad impaciente. Resalta el espíritu activo y no pasivo que debe caracterizar a los estudiantes, aunque con una impaciencia generosa. Es decir no cejar hasta que las cosas mejoren pero con un espíritu abierto y tolerante, con ganas de llegar a acuerdos y conclusiones. Basta con aplicar el sentido común y el espíritu universitario Deben participar todas las fuerzas en armonía debido al objetivo común que tienen todos los grupos diferentes que existen en la Agraria: alimentar al conocimiento. Al revés de la polarización de los grupos culturales de la sociedad peruana, que ni siquiera querían mirarse ni valorarse, cayendo en la mutua exclusión. Él creía que en la universidad si existían mejores condiciones para que los diferentes grupos dialoguen y lleguen a acuerdos, como en el fondo él quería que existiera en la sociedad. Sus novelas son un testimonio, en “Los ríos profundos”, en el viaje que hace Ernesto con su papá en el Sur Peruano (Apurímac, Cusco, etc), trata de leer y comprender todos los diferentes personajes que representan los diversos grupos culturales de la sociedad, con ojos críticos pero también aceptando sus valores y capacidades. En el “Zorro de Arriba y de Abajo” valora los diferentes grupos que se crean en la ciudad de Chimbote, con motivo de la migración y la actividad de la pesca, con sus defectos y virtudes y el significado humano de sus inter-relaciones.
Una última actitud que se destaca en su carta es que él no imprescindible, que los miembros de su equipo perfectamente pueden sustituirlo y hacer muy bien las tareas que todavía le quedaban hacer, como la recopilación de la literatura quechua y la edición de los mitos y narraciones quechuas. Así incentiva a la universidad contratar a quienes no pertenezcan a la universidad y encargar a los que si pertenecen con un espíritu abierto a las personas dentro y fuera de la universidad, parece decir “nadie es imprescindible y todos somos valiosos si somos buenos especialistas y conocedores de los temas que se nos encarga”. Ajeno al clientelismo de muchas instituciones en el Perú que no contratan a las personas más adecuadas sino a su “gente” y ajeno al caciquismo que monopoliza el poder del conocimiento y las decisiones, rodeándose de un grupo de incondicionales, quienes se les “exige” una mal entendida lealtad, para darle algunos beneficios que todos no reciben, a cambio de la sumisión, viejo estilo de dominación colonial que Arguedas nunca aceptó.
Finalmente Arguedas comunica una gran esperanza de salir de la crisis, la cual, podrá ser superada con lucidez y energía para cumplir la misión de la universidad que es la enseñanza y sobre todo la investigación, como habría dicho INKARRI, es decir, el mito de reintegración del cuerpo del último inca, matado en la plaza principal del Cusco para salvar al movimiento indígena en los tiempos actuales. Aunque acaso al decir habría, podría estar diciendo que este mito no es suficiente, sino que también se requiere valorar lo que es la modernidad andina. Es decir una modernidad que sin negar los valores andinos, los recrea y les otorga un nuevo hálito y una nueva dinámica, que afirma la individualidad pero sin negar lo colectivo, afirma el progreso pero llevada a cabo a través de la ayuda mutua y la identidad familiar y comunal, tiene en cuenta lo razonable para llegar a dicho progreso, afirmando el valor de la naturaleza y los seres mágicos que se encuentra en ella como los apus, otorgándole también un valor de mercado. En otras palabras, no oponía la tradicionalidad a la modernidad sino señalaba que rescatando la tradicionalidad, los pueblos andinos se apropian de la modernidad, mezclándola con su espíritu. Este mensaje está claramente expresado en su obra “Formación de una Cultura Nacional Indoamericana”, cuando habla de la pujanza de los pueblos de Huamanga, del Valle del Mantaro y de Puquio, los cuales buscan el progreso a la manera y estilos andinos. Todas estas actitudes que nos pide Arguedas representan un buen reto para que dentro de la Universidad, adoptemos selectivamente lo mejor de su espíritu, sobre todo ahora que se vienen tiempos nuevos con la elección de nuevas autoridades y afrontemos con laboriosidad y dedicación el reto de participar en el concurso “Arguedas y mi Mundo” y asistamos participativamente al Seminario Internacional “Arguedas y el Perú de Hoy. |