DISCURSO DE GRADUACIÓN
2012-II


Estimados Señores Rector, Vicerrector, Decanos, Profesores, queridos familiares y amigos, compañeros graduandos, tengan todos muy buenos días.

¡Hoy es un día muy especial para todos nosotros, el día en que por fin nos graduamos! Es un día lleno de emociones encontradas. Por un lado, sentimos alegría por el logro de haber culminado la carrera con éxito y las ganas de salir a demostrar todo lo aprendido. Por otro lado, sentimos tristeza por dejar atrás una de las etapas más importantes de nuestras vidas, una etapa de constante aprendizaje, no sólo en el plano académico, sino para la vida misma. Ya no despertaremos cada mañana para venir a la universidad, que fue nuestra casa estos últimos años, y ya no veremos a nuestros amigos tan seguido. Y al mismo tiempo, sentimos temor por no saber qué vamos a hacer, qué nos deparará el futuro, ¿lograremos todas nuestras metas? ¿Seremos felices?

Sin embargo, estos son sentimientos que ya hemos experimentado antes. ¿Recuerdan cuando salimos del colegio? La misma sensación de estar perdidos al salir del cascarón, al terminar esa etapa de seguridad, la misma sensación de tener que tomar decisiones nunca antes tomadas y no saber si serán las correctas. La diferencia es que cuando salimos del colegio entramos nuevamente a otro período de seguridad, que sabíamos duraría 5 años o un poco más, y que era finalmente una etapa en la cual la preocupación por el futuro aun podía esperar. Pero, ahora que salimos de la universidad, entramos a lo que muchos llaman "el mundo real".

De practicantes siempre nos decían que aprovechemos el momento, porque estábamos allí para equivocarnos, meter la pata y aprender todo lo que podíamos, porque después, cuando fuéramos egresados, los errores ya no iban a ser permitidos. Pues bien, ahora somos egresados, cuánta presión ¿verdad?

Volvamos mejor a la salida del colegio. ¿Qué estudiar? ¿Dónde estudiar? Cuántas veces nos habremos hecho esas preguntas, o cuántas veces quisimos no hacérnoslas, pero no faltaban nuestros padres que estaban detrás, presionándonos cada vez que tenían la oportunidad con esa temida pregunta de “¿Qué carrera vas estudiar?”. Querían que tomemos una decisión que aún no estábamos listos para tomar. Evidentemente no todos tuvieron que pasar por eso, algunos “suertudos” la tenían bien clara desde hacía un tiempo. Pero al final, nos decidimos por la Universidad Nacional Agraria La Molina. Ya sea por su gran prestigio y renombre, porque era una de las únicas universidades que tenía la carrera que queríamos estudiar, por el sentimiento inculcado en nosotros por otros molineros egresados, o por cualquier otra razón, nosotros elegimos la Agraria. ¡Y qué buena elección la que hicimos! Además de ser una excelente casa de estudios, que nos preparó para ser excelentes profesionales, también nos formó para ser personas de bien, con corazón y valores. La Agraria es un sentimiento y una identidad que vive en nosotros y en todos los que alguna vez pasaron por aquí. Recuerdo haber conocido a varios ex alumnos amigos de mis padres, y cuando yo les comentaba que estudiaba en la Molina, inflaban el pecho de orgullo, porque ellos también eran molineros y el cariño que sentían por su universidad lo transmitían de tal forma que me hacían sentir feliz de pertenecer a esta gran familia. Y es que hemos vivido tantas experiencias inolvidables en estos últimos años...que nos han marcado y cambiado para toda la vida.

Todos recordamos la emoción del día en que ingresamos, después de tanto esfuerzo y sufrimiento estudiando para el examen de admisión. Recordamos el desconcierto las primeras semanas de clases, el hecho de conocer a nuevas personas, el temor de no saber cuándo iba a ser el bautizo, hasta que finalmente nos tocó la hora. Las innumerables celebraciones: las gymkanas y los corsos, donde lamentablemente ciencias nunca ganaba; las fiestas por inicio de ciclo, bienvenida de cachimbos, exámenes parciales y finales, semana universitaria, y cualquier otra excusa que encontráramos para divertirnos. Después de mencionar esto se preguntarán: ¿Y cuándo estudiaban estos chicos? Pues no crean que todo fue fiesta, por lo menos no para la mayoría. También la sufrimos para llegar hasta acá. Y no importa cuánto tiempo nos haya tomado, lo importante es que lo logramos. Logramos acabar nuestra carrera y eso es cosa seria, y lo saben. Somos ganadores, le ganamos a los exámenes difíciles y a los trabajos que se multiplicaban a medida que iban pasando las semanas del ciclo, porque cada vez teníamos menos tiempo, le ganamos a los famosos informes, exposiciones, talleres, pasos. Y evidentemente no lo hubiéramos logrado sin el apoyo de nuestros compañeros y amigos con los que estudiamos e hicimos trabajos durante toda la carrera, por lo que nos volvimos casi hermanos.

Todos tenemos al amigo que siempre se quedaba dormido en las amanecidas, al que dirigía el asunto y llamaba la atención a los que se distraían cuando estudiábamos, a los demorones para enviar su parte del trabajo, al que parecía que más iba para divertirse y pasar el rato que para estudiar, porque siempre proponía una película para empezar, al que siempre conseguía las famosas fijas, que nos han salvado en muchas ocasiones, ¡que personajes! Les pido por favor un aplauso para todos esos amigos que han sido tan importantes para lograr lo que hoy celebramos.

No quiero dejar de agradecer a mis amigos que me ayudaron a redactar este discurso. Así es, estas palabras no sólo son el sentir de la que las pronuncia, sino, como tan bien nos ha enseñado la Agraria, es un trabajo en equipo, en el que cada uno ha puesto su granito de arena.

También queremos agradecer a nuestros queridos, y a veces temidos, profesores. Por tener tanta paciencia, porque terminaron encariñándose con nosotros a pesar de lo fastidiosos que fuimos a veces y de nuestras ocurrencias, por enseñarnos todo lo que saben, por ponernos retos y obstáculos altos en el camino con la finalidad de prepararnos más y que estemos siempre un paso adelante. Por inculcarnos el ser perseverantes, ¡retroceder nunca y rendirse jamás! ¡Sobre todo cuando eran las 5 de la mañana y el examen era a las 8!

Además, agradecemos a nuestras familias, sin importar que algunas hayan estado lejos, pues sabemos que siempre nos acompañaban en nuestros corazones. No hubiéramos podido lograrlo sin ustedes. Gracias por el apoyo incondicional, por la preocupación, el aliento para esforzarnos cada día más y el aplauso a nuestras victorias, por confiar en que llegaríamos a la meta, y nunca dudar de nosotros. Queremos que sepan que se lo debemos todo a ustedes.

Ahora quisiera leer un extracto del discurso de Steve Jobs, el CEO de Apple y Pixar, que dio en la graduación de la Universidad de Stanford en el 2005. Yo sé que muchos ya deben haberlo escuchado, y que no es muy poético, pero me gustaría que recordemos su mensaje:

“Deben encontrar lo que realmente les apasione. Y esto vale tanto para su trabajo como para el amor. El trabajo ocupará gran parte de sus vidas, y la única manera de sentirse realmente satisfechos es hacer lo que consideran es un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial es amar lo que hagan. Si aún no lo han encontrado, sigan buscando. Y no se conformen. Como todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabrán cuando lo hayan encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran con el paso de los años. Así que sigan buscando hasta que lo encuentren, no se conformen.”

Si bien hemos dado un paso importante al culminar nuestra carrera, este es el inicio de toda una vida, tanto profesional como personal, ¡y qué mejor que vivir la vida haciendo lo que más nos gusta!

Quiero terminar felicitándonos a nosotros mismos, a todos los graduandos aquí presentes. Porque somos nosotros los principales responsables de este logro. Sintámonos orgullosos, porque todo nuestro esfuerzo ha valido la pena. Somos lo máximo, realmente debemos creerlo. ¡Somos los mejores, porque somos molineros, y la Agraria siempre va a quedar grabada en nuestros corazones!

Muchas gracias.

Véronique A. M. Vera Maquet