Centenario en vida |
Confucio afirmaba que los sabios gozan de avanzada edad y que la vejez empieza cuando los recuerdos pesan más que las esperanzas. Una larga vida pasa por ser un testimonio del favor divino, una prueba de que el individuo ha sabido ganarse la simpatía de los dioses y los espíritus. Arte y ciencia de agregar vida a los años, ciertamente distinto de agregar años a la vida. Ya lo decía Séneca: la fábula como la vida, no se valora por la longitud, sino por el contenido. Vida llena de pequeños eventos, que nos alegran y enaltecen, como a veces angustian y desconsuelan, pero que con la ayuda propia, genuina, y de los que nos rodean, familiares o amigos, podríamos superar los ratos malos. Con cumplidos cien años, el 26 de octubre de 2011, de Reynaldo aprendemos que la vida, si se sabe utilizarla, es bastante larga. Es el único alumno vivo de Georges Vanderghem Crabb, el Director fundador de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria en el fundo Santa Beatriz, donde ingresó en 1930 y pertenece a la segunda promoción graduada, 1935, de La Molina, siendo testigo del inicio de las labores académicas, hace 78 años, en el actual campus. Desde el segundo semestre de 1947, grupos de 10 a 15 alumnos del quinto año de la Escuela de Agricultura, empezaron a recibir conocimiento teórico y práctico de Tropicultura andina, vale decir de ganadería y agricultura tropical en la Estación Experimental Agrícola de Tingo María, reconocido a nivel internacional, y desempeñándose él como Director Nacional de la referida Estación. Ahí, reinaba mucha camaradería entre los ingenieros-profesores, técnicos y estudiantes. Formaron un grupo muy trabado, unido por la amistad, la afinidad de gusto por la campiña y el talante liberal. Cabe citar, entre otros que brindaron recordadas lecciones a Héctor Garayar, experto en té, café y frutales tropicales, José Burgos en plantas forestales y cultivo de cacao, Julio Víctor Vargas en arroz, maíz, frijol, hortalizas, yute, etc., Manuel Lescano en el cultivo de jebe o látex, Julio Lozano con sus clases de ganadería tropical de doble propósito, lechera y cárnica, José del Carmen Muro, que después de seguir cursos de especialización en Estados Unidos, impartió conocimientos sobre suelos tropicales, siendo pionero en el reconocimiento y mapeo de los suelos del trópico peruano. A partir de 1960 hasta el día de hoy, Reynaldo prolonga una dilatada y fructífera actividad docente, a través del curso: Cultivos tropicales, dictado en nuestra sede universitaria. Granjeándose la simpatía de distintas generaciones molineras por el don de gente, afecto paternal y mesura, urdido a la cabal teorización de la asignatura, acompañado de la ejemplificante exploración en campo que, con gratificadora paciencia, orientó en el manejo del bosque. Si en algo pudiéramos resumir las virtudes de Reynaldo Crespo Costa es su amor a la vida, la esperanza de un mundo mejor y la confianza indeclinable en el estudiante, que le contagian sus vivencias de juventud. Una ocurrencia lo pinta bastante bien, cuando tenía que ir a la selva de práctica con sus alumnos, el rector de entonces, año 2000, le sugirió: ya no vayas por tierra, viaja en avión, la contestación no se hizo esperar: ¿cuál es la gracia de que yo vaya entonces, si voy a abandonar a mis alumnos?. Para el claustro, la centuria de festejo en vida del buen Reynaldo es motivo de orgullo. Regocijo singular que de corazón espero que reciba uno como medalla al mérito y al reconocimiento de sus innumerables alumnos de La Molina, que pasaron por su aula a lo largo de sesenta años. Personalmente, es un privilegio conferirle una simbólica chakitaqlla, la herramienta agrícola de mayor importancia que se conocía en el Perú milenario, el cual reafirma nuestra vocación institucional en el ferviente deseo de cultivar al hombre y al campo, en el delicado equilibrio que debemos generar entre el hombre y la naturaleza. ¡Viva el sencillo y amplio espíritu formativo del homenajeado! Dr. Jorge Aliaga/Rector (e). |