CEREMONIA DE GRADUACIÓN
Promoción “Alma Molinera”

Discurso de M.Sc. Zulema Quinteros Carlos
Decana de la Facultad de Ciencias

Señor Rector de la Universidad Nacional Agraria La Molina, señores Vicerectores, señores Decanos, señor Director de la Escuela de PostGrado, señores y señoras Profesores y Profesoras, señores y señoritas Alumnos y Alumnas que hoy se gradúan, señores Padres de Familia, público en general:

En ocasión de la graduación de esta promoción 2008 - II de la Universidad Agraria La Molina, es para mí un honor el poder dirigirles algunas palabras, las mismas que espero sean tanto un recordatorio de lo vivido en su fase de estudiantes, cuanto un deseo de los mejores éxitos en este nuevo ciclo que hoy da comienzo en sus vidas.

Ciertamente la vida de estudiante tiene sus encantos y sus ventajas; ejerciendo la curiosidad - como buen discente -, el alumno aprende sin mayor riesgo; se dice que si las cosas le salen mal, lo peor que le puede pasar es repetir el curso. De ahora en más, ese escenario fácil se acabó y asumen ustedes, alumnos graduandos, responsabilidades en una serie de procesos productivos en los cuales puede no haber segunda oportunidad.

Ingresar a la universidad y comenzar una carrera, suele inaugurar una fase de la vida en la que aún cuando se está en permanente proceso de aprendizaje, no existen cambios dramáticos; se trata de una especie de estasis en la que lo más probable es que las cosas sigan siendo lo que fueron. Las estasis, sin  embargo, no son eternas y no podrían serlo pues de lo contrario no habría evolución. Hoy esa estasis llega a su término y experimentan ustedes la evolución hacia un nuevo estado. Al hacerlo cargan con todas las dudas y las incertidumbres asociadas a cualquier proceso evolutivo, pero cuentan también con todas las ventajas que estos procesos tienen, en particular, la creación de oportunidades.

Ahora que dan inicio a su actividad profesional, señores y señoritas graduandos, será bueno que tengan clara conciencia de que detrás de cada proceso productivo, detrás de cada máquina, de cada cultivo y de cada crianza, de cada cuenca y de cada ecosistema, hay un grupo humano tratando de satisfacer sus necesidades. Finalmente, por esta vía, todo quehacer técnico o científico deviene en quehacer humano y como tal es posible que exprese todos los defectos y todas las virtudes de los quehaceres humanos.

Se ha querido juzgar como defecto algo que en el fondo es muy humano: las diferencias que entre los hombres existen en sus modos de captar la naturaleza y de valorarla. Tal vez un énfasis exagerado en un modo positivista de hacer ciencia – modo en el que la objetividad y la universalidad del conocimiento científico se daban por sentados sin más ni más – pueda entender que las diferencias perceptuales sean un problema. 

Una visión más universal de la ciencia, parte de reconocer la multiplicidad de visiones, multiplicidad que tiene su origen en nuestras diferencias culturales, étnicas, e incluso en diferencias de género y de edad. Estas diferencias que pueden ser triviales o inexistentes cuando el tema en análisis es, por ejemplo, el crecimiento de una planta de maíz o la producción de leche en vacunos mejorados, cobran trascendental importancia cuando se trata de analizar, por ejemplo, cómo la producción de esa leche o ese maíz se pueden usar para construir la seguridad alimentaria de una región o del país en su conjunto.

Problemas complejos requieren soluciones en las cuales  la universalidad y la objetividad de la ciencia de las cosas simples, simplemente no funcionan. La única opción entonces, es la construcción de consensos mediante el diálogo; es en esencia la construcción de ese mundo intersubjetivo - en el sentido que Popper le da al término – que hace de la ciencia acción social y colectiva. Después de todo, viene bien recordar a Lakatos cuando nos habla de la coexistencia de múltiples racionalidades científicas, multiplicidad que en nuestra universidad se expresa tal vez en su forma más dramática cuando se constata que las diferencias entre los paradigmas de las ciencias sociales y los de las ciencias naturales – que alcanzaron su expresión máxima a inicios de los 70s – no se han saldado con un diálogo fructífero. El resultado: seguimos viéndonos con desconfianza y sin conseguir ponernos de acuerdo.

Más grave aún – como consecuencia del desencuentro entre ciencias naturales y ciencias sociales – es que el aspecto humano de la creación científica no siempre se resalta lo suficiente y puede suceder que  universidades como la nuestra se dejen ganar por el lado  tecnológico, asumiendo - a veces de modo no consciente – que lo único que importa es incrementar la producción de un determinado bien o servicio, generando así más riqueza. Es después de todo, la visión de la maximización de los beneficios – la política de los Máximos Rendimientos Sostenidos – la misma que sin embargo muy a menudo nos conduce a una racionalidad instrumental  en virtud de la cual todo no es sino un instrumento al servicio del incremento de la rentabilidad de las inversiones. Lamentablemente en ese todo instrumentalizado están tanto los otros actores sociales cuanto la naturaleza  en su conjunto.

Además de las intrínsecas carencias éticas de esta instrumentalización, su implementación nos puede llevar a situaciones tan lamentables como las de los recientes acontecimientos de Bagua. Se requiere por lo tanto – y esa es una tarea tanto de ustedes alumnos graduados que hoy comienzan su andadura profesional como  de profesores y alumnos que permanecemos en esta casa  de estudios – se requiere, decía, que tengamos la capacidad de desarrollar una racionalidad dialógica, la misma que parta de reconocer la real existencia de un “otro” social y de un “otro” natural, con los cuales estamos obligados a dialogar en la búsqueda de consensos. Sólo así restituiremos el pleno derecho de los otros actores sociales – comunidades nativas y comunidades campesinas, por ejemplo – y de los actores naturales, es decir la naturaleza con su biodiversidad, sus procesos, sus ecosistemas.

Parten ahora ustedes alumnos graduados, con el reto de comprender e implementar este diálogo para hacer que las cosas funcionen,  para posibilitar que la tan ampliamente aceptada - aunque escasamente alcanzada -  meta del desarrollo sostenido,  sea algo más que una utopía. De alguna manera este reto para ustedes es también reto para nosotros ya que después de todo, ustedes son producto de esta universidad, de este espacio en el que quisiéramos estar formando algo más que gente tan especializada en un árbol que no sea capaz de ver el bosque que tiene al frente, gente que peque de ese analfabetismo funcional que a menudo pueden formar algunas universidades en esa especie de cretinización de calidad de la que habla Edgar Morin, gente, en suma, tan pobre que lo único que tiene y que sabe es hacer dinero.

Por lo demás, la actual coyuntura en la que nos encontramos, a punto de elegir a nuestras nuevas autoridades, renueva para nosotros el reto de elegirlas de modo que esto que representa una especie de ideario, se mantenga, se incremente, se nutra de diálogo y de participación y se convierta en escuela, haciendo así de nuestra casa de estudios no sólo fuente de información y de conocimiento sino también fuente de sabiduría, como nos lo recuerda Fernando Savater.

Ciertamente el reto es grande pero la calidad del molinero también lo es y creo que sabremos estar a la altura de las circunstancias. Por lo demás, señores graduados, creo interpretar el sentir de autoridades y profesores al desearles que este inicio de su actividad profesional les depare éxitos y les permita la realización personal a la que seguramente aspiran. Que sean capaces de construir oportunidades a partir de las incertidumbres de este inicio y que siempre lleven en sus corazones a esta universidad, a sus compañeros, a sus profesores; después de todo, esto es lo que significa ser parte de la familia molinera.

Gracias.

 

M.Sc. Zulema Quinteros Carlos
Decana de la Facultad de Ciencias
Profesora Principal del Departamento de Biología.
La Molina, Julio-2009